martes, 4 de octubre de 2011

Aborto no punible . . .


Opinión                                                                                                            DelsioEvarGamboa                                                                                               
“Los políticos pueden aplicar la pena de muerte, pero jamás autorizar el aborto” Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI
 Aborto no punible . . . ¿herejía o sentido común?
Dramático caso de una joven mujer, víctima de la aberrante trata, violada y embarazada mientras estuvo en cautiverio, y hecho público por la consabida irresponsabilidad de Mauricio Macri antes de que se le practicara el aborto legal previsto en estos casos específicos, con lo que se la sirvió en bandeja a la persecuta cavernaria del fundamentalismo religioso. Un recurso de amparo presentado por una de esas asociaciones ilícitas, impidió la intervención abortiva de acuerdo al art. 86 del Código Penal, que, a resultas de la acordada de la Corte Suprema, sienta jurisprudencia para evitar la judicialización de los abortos no punibles. A partir de ahí, la desdichada mujer para completar su calvario, fue pasto de las fieras.
Pensar que estas agrupaciones se autodefinen “Pro vida”. A esta altura, ¿habrá que desconfiar  de todo lo que empiece con PRO?
Felizmente y dando una nueva muestra de su ecuanimidad, el Supremo Tribunal puso las cosas en su lugar y ordenó llevar a cabo la intervención.
Ahora bien, sabido es que en la Argentina se practican mas de 700 mil abortos clandestinos por año con un altísimo índice de muertes. No obstante, se mantiene irresuelto el crucial interrogante que es el meollo de esta verdadera problemática social: ¿Cuándo comienza la vida de un ser humano?
La Ciencia dice que la fecundación se produce al unirse el óvulo y el espermatozoide, pero sólo una semana después acontece la “nidación” del huevo -luego que casi todos los huevos mueren, pues son abortivos de  por sí-.  Sobre ese punto, el conocido genetista James Neel ha escrito: “No resisto el indicar que un embrión posee aberturas branquiales y cola. ¿Qué humano es así?. Ernest Haeckel, especialista en Embriología y Biología Evolutiva, asegura: “Primero parecemos peces, más tarde reptiles y sólo mucho más adelante, mamíferos”.
Por la genética se sabe que un embrión de 60 días, es más diferente de uno de 150, que lo que lo es un lactante de un anciano. Helen Kaplan en “El sentido del sexo” dice: “Muchos colegas creen con la misma rotundidad e integridad moral, que un óvulo fertilizado o un pequeño embrión no es todavía un ser humano, pues se trata de una masa informe de células y tejidos que carece de conciencia y no siente dolor físico cuando se interrumpe el embarazo”.
¿Por qué entonces la Iglesia asegura que se trata de “vida humana desde la misma concepción?”
El Concilio de Viena -1312- sostuvo que el alma del varón se forma a los 30 días, y el de la mujer a los 90 desde la implantación del óvulo. Hasta esos plazos se permitía abortar. Sería muy interesante saber con qué fundamentos establecieron tan discriminante postulado. En cambio, a partir 1869 la Iglesia afirma que el feto tiene alma desde su inicio y lo respalda por medio de la teología: la virgen María fue inmune de todo pecado desde la concepción, porque Jesús siempre tuvo alma . . .
No está mal que algunos fervorosos creyentes puedan aceptar esto como verdad de fe. ¿Pero se podría presentar en un tribunal académico como verdad científica?
Las imágenes publicitadas en contra del aborto apelan a “golpes bajos”: embriones destrozados y fetos martirizados. Tales imágenes no exageran: el aborto es un acto brutal, -y eso que es el método argentino por excelencia- más, lo real y concreto es que pese a ser ilegal, existe y cada día más se practica, con lo que se demuestra fehacientemente el fracaso absoluto de esa legislación represiva.
¿Pero, por qué no se muestra también cómo llega una mujer, sola y desesperada, a la asistencia pública con una devoradora infección post-aborto clandestino? El cuadro puede incluir fiebre, hemorragia, coma, pánico por la denuncia policial, embolia, sentimiento de culpa, vergüenza  y una inenarrable serie de padecimientos. 
El aborto, que hoy alcanza el 40% de los embarazos, como cualquier tragedia, es terrible, ¡Pero sucede! . . Es la primera causa de muerte en nuestra ginecología, y representa más del 31% de los decesos por maternidad. El sentido común indica entonces ya que es inevitable, que no se está a favor del aborto, sólo por una cuestión de “liberalidad sexual”, para que la mujer “por deporte” se saque de adentro un feto -no un niño, porque no tiene vida propia- como quien se saca una cana y vuelva alegremente otra vez a las andadas, sino para que se realice en indispensables condiciones sanitarias como corresponde y dentro de un marco legal. Por supuesto que ello requiere la vigencia de una verdadera política de Estado que contemple en forma integral, todos los aspectos de esta acuciante problemática.
Su despenalización a la vez,  pondría fin a una perversa actividad que ha enriquecido a más de un profesional inescrupuloso. Asimismo, aseguran los expertos, luego de una charla con el médico y un especialista en la materia dentro de un ámbito de contención, se podrían preservar muchos embarazos y la vida de la gestante. Ello propendería además, a una racional planificación familiar, y en última instancia a una mejor salud sexual. ¿Es tan herético este proyecto que ninguna purgación canónica la podría expurgar?
Al respecto, dicen los representantes de la Iglesia: “Si la ley legaliza, ¿cuántas mujeres alegarán que fueron violadas para poder abortar?”. ¡Sin comentario! . .
Y hay jueces “virtuosos”, -como el que vimos hace poco- que imponen sus creencias por encima de la ley, judicializando pedidos de aborto de mujeres violadas, basándose, -además de la presión de grupos recalcitrantes- en consideraciones de Jean Rostand -biólogo muy capaz, pero no genetista- conocido por obras de divulgación de la era pre genética fundamentadas y basadas en ortodoxos criterios de la Iglesia Católica para imponerlas a toda la sociedad por igual. Deben asumir de una buena vez que deben legislar para todos y no para los seguidores de un culto
¿Por qué la Iglesia se arroga el derecho de inmiscuirse y juzgar la vida civil? ¿Y si esas mujeres en cuestión no fueran católicas? ¿Por qué tanta gente que no le interesa ningún tipo de religión, pero que tiene firmes principios morales y convicciones filosóficas alejadas de creencias religiosas, debe acatar la obediencia legal que impone un dogma que no profesa? . . 
¿Por qué los enemigos del aborto legal, con mentalidad retrógrada como los ultra católicos “Portal de Belén”, “Mujeres por la vida” “La Sagrada Familia de Córdoba”, “Grupo Pro-vida” y tantos otros ultramontanos, patéticos campeones de la fe, y últimos ejemplares de una beatuquería en extinción, rechazan la educación sexual y los métodos anticonceptivos, viendo a la mujer únicamente como mero agente reproductor de la especie? . . ¿Cómo, si estos herederos del Santo Oficio abominan del aborto, que es la consecuencia inevitable del embarazo no querido, condenan los métodos anticonceptivos que son el único remedio efectivo para evitarlo?  
Entre las miles de mujeres que recurren al aborto en forma clandestina con riesgo de vida, -en su gran mayoría pobres- ¿no hay católicas? ¿En las clases altas y acomodadas, ostentosamente creyentes, de comunión y profusa y asperjada bendición dominical, ¿no se practican abortos ilegales? ¿O lo hacen solamente las de clase baja?
¿Por qué muchos enemigos del aborto -Ratzinger dixit- abogan en cambio por la pena de muerte?
El aborto eugenésico -interrupción del embarazo, cuando el feto presenta alteraciones cromosómicas y defectos congénitos.- aprobado en 1921 por el gobierno de Irigoyen, fue derogado 37 años más tarde por la revanchista “Revolución Libertadora”. ¿Quién propuso su anulación? ¿La Academia de Medicina y Humanidades? ¡No! . . lo decidieron entre el  Ejército y la Iglesia. ¡Qué raro ellos de acuerdo, ¿no?!
Ante esta arbitraria situación impuesta por los jerarcas del clero, ¿Por qué no existe de una buena vez, como en los países avanzados del mundo, la imprescindible y sana división entre Iglesia y Estado, para acabar de una vez con esa intromisión inaceptable?
Felizmente el actual gobierno, sobre esta cuestión tiene un criterio muy diferente y atiende el decidido clamor de una gran parte de la ciudadanía por un amplio debate nacional acerca de este impostergable tema. Por lo pronto, -entre otras medidas- puso en vigencia la ley de salud reproductiva que ha bajado considerablemente los índices de abortos. Y, como no podía ser de otra manera, ello ha erizado la muy susceptible epidermis de nuestra clerecía, ahondando aún más si cabe, la indisimulable antipatía que devotamente le profesa.
Conclusión: la planificación familiar en sus aspectos humanos y legales ya no puede tener más dilaciones. Por más presiones eclesiásticas que acechen, por más excomuniones e infiernos que nos profeticen y por más amenazas de bombas que concreten sus grupos de choque, -aunque “defiendan la vida”- es hora de que por sobre las sombras del dogmatismo, empiecen a prevalecer la luz del libre albedrío, la libertad de conciencia y el sentido común.           
Quede en claro que el análisis de su realidad teológica de misterio, sólo corresponde a los creyentes y merece el mayor respeto. No así en cambio, su comportamiento como  “realidad sociológica de pueblo concreto en un mundo concreto” según los términos de la propia Conferencia Episcopal Argentina. Y se la cuestiona por su influencia inaceptable en los asuntos de Estado. Dando plena razón a aquellos que sostienen que en nuestro país realmente existe libertad religiosa . . . ¡Pero para un solo culto! . .
Mientras, y hasta tanto no se de una respuesta definitiva -obviando las presiones que ya conocemos- a este reclamo imperioso que nos coloque en este sentido a la altura de los países civilizados del mundo -en Escandinavia se despenalizó y el aborto cayó a cero- no nos queda otra alternativa que vivir bajo la beatífica advocación de nuestros píos purpurados que tanto se desviven por mantenernos puros y castos, nos bendicen, no nos dejan caer en la tentación y por si esto fuera poco, nos libran de todo mal . . . 
Laborde. Cba. Arg.



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